Es importante que se sepa que no existe un ideal de belleza general, sino que éste depende de cada uno, es decir, cada persona tiene diferentes gustos y, por tanto, encuentra atractivas diferentes partes de una persona. Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo 19, el rey iraní Nasser al-Din Shah Qajar tenía un harén real formado por alrededor de 100 concubinas, cuyas características (cejas frondosas, bigotes prominentes y cuerpos grandes y anchos) quedaban muy lejos de lo que se busca hoy en día, de forma generalizada.

Algunas mujeres, incluso, han tenido que soportar cierta presión para adaptarse a determinados estándares que les permitían entrar en cierto tipo de empleos. Se les exigía que tuvieran apariencia de eterna juventud o un peso ‘ideal’ que conseguían sólo pasando mucha hambre o sufriendo algunos desórdenes alimenticios. Así es la belleza en la Buenos Aires del siglo XXI. Sin embargo, en esa misma ciudad, a principios del siglo XX se hizo famosa la siguiente frase: «Mujer bonita es la que lucha», refiriéndose a aquellas activistas por los derechos civiles y los derechos de las mujeres. Aunque también hacían referencia a actrices como Marilyn Monroe, que en la década de los 50 sedujo a multitud de hombres.

Ideal de belleza

El ideal de belleza no solo depende de la persona en sí, sino también de ciertas temáticas. Por ejemplo, el área lúdica formado por casinos y otros establecimientos buscan a mujeres-objeto vestidas con traje de baño que sean caucásicas, delgadas y voluptuosas. Así es como son las mujeres que sirven copas o las que reparten las cartas, las que giran la ruleta, etc. Incluso en las plataformas virtuales de juegos aparecen mujeres poco vestidas. Por ejemplo, en los juegos de dragones pueden aparecen mujeres vestidas con kimonos de colores sensuales que dejan sus piernas bronceadas a la vista.

Todo esto quiere decir que la belleza ideal cambia según la época en la que nos encontremos, la región en la que estemos… Por ello, es necesario dejarse de estereotipos y fijarse más en el interior.

¿Puede el interior ser igual de erótico que el exterior? La respuesta es sí. No debemos confundir erotismo con sexualidad. Los momentos eróticos no se dan necesariamente durante la actividad sexual. De hecho, no se dan solo en relaciones entre amantes, sino también en otras parejas como médico-paciente, entre otras. Esto significa que no tenemos que preocuparnos por nuestro exterior para llamar la atención de una persona, sexualmente hablando, sino tan solo para sentirnos a gusto con nosotros mismos. El erotismo propio aumentará nuestra autoestima, ya que nos liberará de los antes mencionados estereotipos, que en caso de ser prestablecidos pueden ser muy dañinos. Además, nos desharemos de tabúes, que nos darán la posibilidad de vivir nuestra sexualidad en libertad, sin sentirnos cohibidos por lo que puedan decir o pensar los demás. Esto último también afecta a los hombres que se sienten menos hombres por la eyaculación precoz, entre otras cosas. En resumen, el canón de belleza ideal no se ve en una fotografía, sino tras conocer a una persona.